Martín Blas y el ‘caso Nicolay’: poco seso, mentiras y cintas de audio
En la Roma imperial, hace 600 años antes de Cristo, los gestores urbanos ya comenzaron a drenar la escoria de la ciudad a través de la primera red de saneamiento de la Humanidad. Diseñaron y construyeron la «cloaca -desagüe, en latín- máxima» que pasaba por debajo del Foro Romano, a través de la que se desprendían hasta de los cadáveres.
Hace más de diez años un grupo policial de las verdaderas cloacas del Estado desató una guerra fratricida interna en el Cuerpo Nacional de Policía (CNP). El fin último era debilitar sus estructuras para que el aparato del espionaje, encabezados por Félix Sanz Roldán, se hiciera con el control absoluto de la inteligencia en España. La Policía con el ministro Jorge Fernández Díaz se estaba posicionando brillantemente en esa área y el jefe de los espías prefería cortar de raíz tal osadía. Y en esa treta algunos mediocres cayeron en la trampa y se prestaron al juego del general de cuatro estrellas. Comenzaron con la operación Emperador, después continuaron con el caso Nicolay y, finalmente, completaron la jugada con la puesta en marcha de la Tándem.
Y en todo ese proceso ayudaron a dinamitar todas las estructuras de la Policía, del Ministerio del Interior y del Gobierno de Mariano Rajoy. Lograron convertir una investigación contra la corrupción catalana en la denominada operación Cataluña para regocijo del independentismo republicano. Para ello, con la ayuda de Jaume Roures y La Fábrica de la Tele, acuñaron la terminología de «policía patriótica» y de «cloacas policiales» -eso sí, sólo para un sector del CNP-, en la que picó la mayoría de los medios, incluidos los de tendencia conservadora. Y llegaron aún más lejos: sacar a Rajoy de La Moncloa por medio de un párrafo espurio de una sentencia judicial.
Al periodista y escritor estadounidense Mark Twain le encantaba decir que «hay tres clases de mentiras: la mentira, la maldita mentira y las estadísticas». Y en el caso de las auténticas cloacas del Estado había una saturación tóxica de las tres categorías de la inventiva. Y como en todo proceso de descomposición siempre sobresale uno, y ese papel recayó en el comisario Marcelino Martín Blas, que logró atesorar un gran poder desde que fue nombrado jefe de la Unidad de Asuntos Internos (UAI) por el director adjunto operativo (DAO) de la Policía, Eugenio Pino, a quien más tarde traicionó.
Martín Blas se metió en tantos fregados y aportó tantas versiones de sus historias que cuando ha pretendido contar su verdad patinó bruscamente, haciendo caso omiso a los consejos del escritor y dramaturgo francés del siglo XIX, Jules Renard: «De vez en cuando di la verdad para que te crean cuando mientes».
Al ex comisario jefe la Unidad de Asuntos Internos, Martín Blas y con un pasado muy ligado a la extrema derecha policial, se le han acumulado los casos judiciales. Y lo peor: ahora ya no cuenta con la ayuda del diario Público de Jaume Roures -tras sellar un pacto con José Manuel Villarejo-, de la productora televisiva La Fábrica de la Tele y su presentador Risto Mejide, de los independentistas catalanes y del ex director del CNI, que prefiere dejarse ver en Abu Dabi con el Rey emérito y vivir placenteramente con su estipendio de Iberdrola. El comisario jubilado, que ya no tiene quien le escriba, se enfrenta a casos tan mediáticos como Kitchen, Andorra, Pujol y Operación Cataluña, entre otros.
Los desmentidos fakes del comisario
Martín Blas, en su día, ya declaró ante el juez Manuel García-Castellón negando su participación en el espionaje a Luis Bárcenas -caso Kitchen- en la operación Cataluña o en la investigación contra Francisco Marco, el propietario de la agencia de investigación Método 3. Por desmentir, el comisario, incluso, no dijo la verdad sobre su salida de la Unidad de Asuntos Internos (UAI), motivada por situar al comisario Villarejo en un lugar para entrevistarse con el Pequeño Nicolás, cuando la persona fotografiada por sus agentes era un jubilado, asiduo visitante de la zona.
Según declaró Martín Blas ante el juez, dejó de ser jefe de la UAI desde noviembre de 2014, pero la verdad es que su cese no se produjo hasta el segundo trimestre de 2015, como queda acreditado en la nota oficial que emitió el Ministerio del Interior el 7 de abril de aquel año. Inmediatamente, pasó a formar parte del Consejo Asesor de la Dirección General de la Policía hasta su jubilación.
En la comisión de investigación del Parlamento Catalán y en un documental realizado por Mediapro señaló a otros compañeros como responsables de las pesquisas policiales en Cataluña. No decía la verdad porque OKDIARIO desveló unas grabaciones de sus conversaciones con Villarejo en las que reconocía que se había hecho cargo del trabajo en Barcelona, como también gestionó la obtención de datos en la Banca Privada de Andorra, por la que está siendo investigado.
Estos días atrás, Martín Blas se ha convertido en la Audiencia Provincial de Madrid en la estrella del caso Nicolay, en el que Villarejo se sienta en el banquillo por un delito de revelación de secretos y descubrimiento, acusado de grabar y difundir el contenido de la reunión de Martín Blas con agentes del CNI, el 20 de octubre de 2014, para tratar el seguimiento al Pequeño Nicolás. En su declaración, el ex jefe de UAI insistió en que Villarejo fue el responsable de la grabación que luego se filtró a los medios de comunicación. Según Martín Blas, el espionaje se realizó por medio de un virus troyano que le introdujeron en su móvil.
Su versión durante la vista judicial resultaba menos agresiva que la vertida en una entrevista que le facilitó Risto Mejide en su programa Todo es verdad en un horario de gran audiencia. En el espacio fake televisivo, Martín Blas insistió hasta la saciedad en que, entre Villarejo y su jefe Eugenio Pino, le habían inoculado en su móvil un «Pegasus o su primo», según la jerga utilizada por el comisario. Y llegó a asegurar: «Era la misma aplicación que tenía Pedro Sánchez», en referencia al espionaje sobre el presidente del Gobierno.
A las preguntas pactadas con Risto Mejide el comisario contestó que había sido objeto de una interceptación ilegal de las comunicaciones durante una investigación judicial en una reunión con funcionarios del CNI: «Las cosas son como son. En el 2014 nosotros sabemos que nos han espiado, pero no sabemos con qué sistema. En el 2017 tengo conocimiento que la Policía ha adquirido un sistema con el que nos habían podido espiar. La Fiscalía nos respondió que no era pertinente esa denuncia», afirmó.
Durante la entrevista, Martín Blas, se adentraba en una materia que no dominaba y además mentía: la Policía jamás adquirió un sistema “primo” de Pegasus. Las nuevas generaciones policiales se siguen preguntando cómo un profesional del nivel de Martín Blas pudo acceder a la categoría de comisario principal, lo más alto de la escala policial.
Las pruebas contundentes
Basta con revisar -como ha hecho este autor- de manera concienzuda el sumario al que apela el propio Martín Blas para cerciorarse de que el ex comisario miente. Los informes de la Policía Científica y del Centro Criptológico Nacional, a los que ha tenido acceso OKDIARIO, han descartado que su teléfono móvil fuera invadido por un programa espía.
El 28 de septiembre de 2015, la Policía Científica aportó en las Diligencias Previas 4676/14 -que afectaban al Pequeño Nicolás- un informe en el que afirmaba: «El resultado de la búsqueda de algún tipo de aplicación o archivo malicioso es negativo». (Folio 566). Lo sorprendente es que ese dictamen no se incorporó a la causa judicial hasta enero de 2016.
La misma Policía Científica, el 4 de septiembre de 2015, emitió un segundo informe en el que respondía a la solicitud del magistrado: «Respecto a su solicitud de búsqueda de ‘aplicaciones móviles’ se procedió a la búsqueda de algún tipo de aplicación o archivo malicioso que pueda alterar el correcto funcionamiento del sistema operativo del terminal telefónico o de alguno de sus servicios o aplicaciones dando un resultado negativo». (Folio 369).
Pero ahí no concluían las investigaciones de la Científica. El 15 de noviembre de 2016 emitía un nuevo informe en el que rechazaba cualquier intrusión de espionaje. El análisis resultaba difícil de efectuar porque Martín Blas siguió usando su teléfono después de que denunciara su interceptación, algo absolutamente irregular, que posiblemente había restado la obtención de datos para la investigación.
Ante la respuesta contundente de los científicos de la Policía que descartaban cualquier intromisión en su móvil, Martín Blas acudió al Centro Criptológico Nacional (CCN), dependiente del CNI, por lo que se descartaba cualquier supuesta manipulación de sus superiores. El CCN determinó que las aplicaciones COMsec y Mobiledesk, que disponía su teléfono instaladas por Indra, que son utilizadas para evitar el uso remoto de un móvil, no se habían activado desde 2013, cuando la reunión con los espías del CNI se había celebrado el 20 de octubre de 2014. (Folio 900).
El informe de la Comisaría General de Policía Científica, por su parte, señalaba: «Se determina que no sería posible administrar ni gestionar los periféricos de forma remota, sin autorización del usuario del terminal, siendo, en todo caso, éste el que debe permitir y activar dichos servicios».
La conclusión de los técnicos era concluyente: Martín Blas sólo pudo ser grabado desde su móvil de manera remota si él lo hubiera autorizado. Al parecer, y según los testimonios recabados por OKDIARIO, todo pudo ser mucho más sencillo: Martín Blas pudo recibir una llamada durante el encuentro con los agentes de los servicios secretos y dejó la señal del móvil abierta lo que alguien, supuestamente, pudo aprovechar para grabar la conversación.
El propio Martín Blas reconoció esta eventualidad ante sus superiores. En una reunión que mantuvo con Eugenio Pino y otros altos cargos de la Policía, el 16 de diciembre de 2014, en las instalaciones de la Dirección Adjunta Operativa (DAO) tuvo que reconocer, a su pesar, que había metido la pata y él era el culpable de la brecha informativa. La respuesta fue: «Igual he sido yo». Lo manifestaba acongojado, aunque después, tras su salida del Cuerpo Nacional de Policía, se alió con el CNI y otros agentes de la Unidad Asuntos Internos (UAI) para cambiar la versión.
Martín Blas se presentaba ante sus superiores casi un mes después de la grabación -que había sido registrada el 20 de octubre de 2014-, cundo ya tenía conocimiento de que la cinta de la conversación circulaba por varias redacciones periodísticas. Una copia la tenía El País como reconocía en una información publicada el 20 de diciembre de 2014 con el titular: «Agentes del CNI grabados mientras grababan al Pequeño Nicolás».
La grabación, con una duración de 6,52 minutos, fue reproducida por Infolibre ese mismo 20 de diciembre. Pino le pidió a Martín Blas que judicializara lo ocurrido. La orden fue mucho más contundente y expeditiva: «O lo judicializas ya o te arranco la cabeza». Pero Martín Blas cometió otro error: siguió utilizando su móvil cuando lo normal hubiera sido que también quedara depositado en el Juzgado como prueba, sobre todo si quería demostrar que había sido adulterado. Pero el entonces jefe de la UAI no lo hizo. Así mismo, en lugar del pendrive que había conseguido de unos periodistas con la grabación -que guarda metadatos-, presentó un CD.
Todos sus movimientos dejaban claro que Martín Blas actuaba con poco seso, con mentiras y con cintas de audio. Un titular que recuerda el de la película de Sexo, mentiras y cintas de vídeo, que dio a conocer al oscarizado director Steven Soderbergh.